«Una buena crónica es un monstruo Frankenstein» — Jorge Carrión

Corre la voz de que Jorge Carrión tiene varios dobles. Uno que escribe novelas y ensayos (Los muertos, Teleshakespeare), otro que da clases en la Universidad sobre periodismo literario, otro blogger y cazador de tendencias artísticas...y hace nada nos enteramos que tenemos un nuevo Carrión como antologista. Esta entrevista versa única y exclusivamente acerca de Mejor que ficción, recién publicado en Anagrama este marzo de 2012. Un libro cargado de crónicas de los maestros hispanoamericanos más dispares, creativos y potentes. Viajes, política, arte, actualidad & many more. Libro más que necesario -inspirador, ilustrativo- para todo aquel que quiera visualizar y paladear lo que es ser un cronista en este nuevo y agitado siglo. Me quito el sombrero, levanto la pluma y os dejo con nuestra conversación.

Menos espacio para el texto, más espacio para la imagen y la publicidad de ropa interior. Sin embargo, la crónica literaria roza altas cotas de prestigio y seguidores, ¿Dónde la ubicamos?

En el contexto de la prensa actual yo la veo como la mariposa en la jaula de los leones. O la freak en la fiesta de modernos. Es un lujo, una anomalía, un detalle de calidad, una rareza que muy pocos medios se permiten, y si lo hacen es supuestamente por el prestigio que otorga, sobre todo si la firma es de postín. En EPS lo hemos visto hace poco de nuevo: Millás en Japón, repitidiendo tópicos. Pero en otras ocasiones, tanto en EPS, como sobre todo en revistas como Letras Libres, Gatopardo, La Mujer de mi vida, Soho, Etiqueta Negra, Quimera, El Malpensante, la crónica es un espacio necesario, a medio camino entre el testimonio, la entrevista, el ensayo. Para lectores exigentes que no se conforman con videoclips de información y ese gran problema llamado “columna de opinion”. 

En tu visión de la crónica actual, más allá de la puramente literaria, apuestas por reinventar, en cierta manera, el uso de las herramientas de las que dispone el escritor para lograr enriquecer el producto final. Enlaces, videocrónica, audio, montajes, fotocrónica, ilustraciones, y todo lo que esté al alcance de un periodista manitas un poco nerdy del siglo XXI. Por ahora hay intentos, pero, ¿aprovechan realmente los escritores toda la potencialidad de la red, o son más conservadores de lo que aparentan? 

Hay de todo en la viña del señor. Arcadi Espada, por ejemplo, fue de los primeros en entender la importancia del hipervínculo, y de usarlo con gran interés. El argentino Maxi Tomas también lo maneja de forma pertinente. A mí me interesan, en efecto, las poéticas híbridas. Pienso en el cómic de periodismo de investigación de Joe Sacco, por ejemplo. Pero estamos todavía en los primeros pasos de esa hibridación. 

La crónica es versátil, maleable, inclusiva. En ella caben viajes, eventos culturales, encuentros políticos, cotidianos, casuales, y mucho trash. ¿Reside ahí una de sus claves? 

Sin duda. Una buena crónica es un monstruo Frankenstein. Sobre todo si el autor es periodista, porque aunque esté viajando por Estambul (como es el caso de la crónica de Juan Pablo Meneses en mi libro), va a querer mantenerse informado sobre lo que ocurre en NY (donde se están desplomando en ese momento las Torres Gemelas); o porque si lo invitan a una cena en La Habana como jurado de un premio (pienso en la de Edgardo Rodríguez Juliá) no va a poder evitar empezar a tomar notas (sobre todo si el anfitrión es Fidel Castro). Es decir, en la crónica cabe el viaje, la historia, la política, lo sentimental, lo cultural, lo autobiográfico, la entrevista. Todo, todito, todo. Y, por supuesto, se complementa perfectamente con el video, el link, etc. 

En Mejor que ficción nos centramos en cronistas latinoamericanos y made in Spain, y eso es encomiable, especialmente viendo cómo está el panorama por estos lares. Pero, ¿Qué hay de la nueva crónica en otra partes del mundo, como la estadounidense o europea? ¿Qué vinculación e influencias comparten? 

Me parece que después de Magris o de Sebald o de Foster Wallace es particularmente interesante la línea de la literatura occidental que trabaja en la no ficción con ambición literaria y con profundidad de ensayo cultural. 

Afirmas en el prólogo del libro que ”el cronista trabaja en contra de la versión oficial, contra el comunicado de prensa, contra la simplicidad de cualquier marca”. Ante esta marabunda de gabinetes de prensa que copa agendas políticas (Fukushima), multinacionales (vertido de BP), incluso escritores célebres (20 minutos de entrevista, preguntas pactadas), ¿hay que salir a las barricadas? 

Todas las fortalezas de la historia de la humanidad han acabado por sucumbir. Lo que tiene que hacer el periodista de hoy es desarrollar sus propias tácticas de asedio. He seguido de cerca el proceso de trabajo de Leo Faccio, de quien menciono en el prólogo sus crónicas de inmersión en el mundo farmacéutico, para escribir su gran crónica sobre Messi. Con paciencia, tesón y olfato fue consiguiendo penetrar en las capas de protección que rodean a la estrella. Así trabaja un buen periodista. 

Gonzo, no somos pocos los que amamos al cronista kamikaze. Ante el virus de lo políticamente correcto, ¿Qué hay del escritor que se lanza a por todas, a intervenir deliberadamente en los acontecimientos para alterarlos hasta el extremo? ¿Respect? 

Me interesa el gonzo como tendencia, pero no lo practico. Creo que cada cual ha de encontrar su repertorio en sintonía con su propia personalidad. Hunter S. Thompson solo ha habido uno. Su lección última es que cada cual puede crear su estilo, su poética, su tono, sus batallas. En Mejor que ficción hay una crónica kamikace de Gabriela Wiener que demuestra que se puede forjar una voz que participa parcialmente de las enseñanzas del miedo y el asco made in USA, pero que sobre todo expresa una visión personal del mundo. 

En cuanto a los últimos grandes cambios en la estructura y naturaleza de la crónica: a veces tengo la sensación que del “New Journalism” al “New New Journalism” no hay prácticamente diferencia...¿O hay algo más nuevo? 

Sin ficcionalizar, es decir, sin entrar en el terreno del gonzo, de la autoficción o de la novela, es difícil escapar del territorio del Nuevo Periodismo. Pero si nos fijamos en la poesía y la libertad formal de las crónicas de Lemebel, Fuguet o Caparrós, veremos que siempre quedan zonas que uno puede apropiarse. Por otro lado, está el cómic de no ficción, por ejemplo. O el reportaje multimedia. Pensemos incluso en la entrada de Wikipedia como en un espacio documental. Se trata de eso: de pensar los formatos sin ficción como lugares que colonizar. 

Y la última pregunta, a lo random, ¿recomiendas algunas crónicas -a parte de las brutales y necesarias crónicas del libro- que te hayan petado el cerebro? —libre interpretación de “petar el cerebro”. 

Las de Günter Wallraff, disfrazado de turco y denunciando las miserias de sus compatriotas alemanes, no pueden dejar a nadie indemne. Más atrás en el tiempo, las de Josep Pla o las de Joseph Roth son simplemente maravillosas. De esa época, no obstante, mi autor favorito es José Gutiérrez Solana, más famoso como pintor, un cronista esperpéntico de sintaxis perfecta y mirada perforadora. Descubrí su libro “La España Negra” en la biblioteca de la Universidad de Chicago y no lo dejé hasta que lo terminé. Salí de madrugada a la noche helada. El cerebro bien petardo.